Juegos, personas y un agradecimiento personal
Jugar es, principalmente, una actividad social.
Los niños saben jugar solos, casi sin necesitar nada para ello (o, al menos, era así cuando yo era niño; hoy en día con tantas cosas que tienen, tanta consola, tanto juguete electrónico... no pondría la mano en el fuego sobre ello) pero a medida que crecemos perdemos esa capacidad.
Se puede jugar solo con el ordenador, con la consola, con un juego de tablero en solitario, pero, al menos para mí, ninguna de estas experiencias se puede comparar a sentarse a una mesa alrededor de un juego con otras personas y compartir un buen rato de diversión y concentración.
Jugando he conocido muchísimas personas y conocer personas es el campo de cultivo de nuevos amigos.
Desde aquí quiero agradecer públicamente a unos amigos de Madrid (vosotros dos sabéis quiénes sois), a los que conocí por nuestra afición en común a los juegos de mesa, la hospitalidad que me dispensaron de forma completamente desprendida en su piso de Madrid cuando un despiste de mi parte me llevó a perder el tren que me tenía que traer de vuelta a Barcelona.
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